La mansión olvidada.

En otro tiempo, la familia era una de las más ricas del pueblo, y sus propiedades se extendían más allá de los límites de la comarca.

Sin embargo, a finales del siglo pasado el heredero mostró un carácter derrochador y despreocupado.
El juego completó la ruina de la familia. No se salvó nada. Ni una hectárea de cultivo ni tan sólo la mansión familiar centenaria sobre la que pesaba una gran hipoteca.

Nadie pensó en 1977 cuando se legalizaron los Bingos y otros juegos de azar que un juego tan inocente podría enganchar de tal manera a una persona, gastándose su futuro y el de los suyos cartón a cartón, siempre en un continuo intento de recuperar lo perdido.

Así se fue dilapidando todo el patrimonio familiar a la vez que se alejaba cada vez más de la cordura. Acumulando trastos y enseres de todo tipo de forma caótica y rodeándose cada vez de más inmundicia.

Con el tiempo desarrolló "disposofobia", un trastorno psicológico caracterizado por la acumulación excesiva de objetos y un apego desmesurado a sus posesiones aunque estas carezcan de valor.

La incomodidad y angustia que le generaba el que alguien tocara sus cosas le hizo perder el apego a sus pocos familiares.

Cuando se ejecutó el embargo de la mansión ya hacía tiempo que nadie la habitaba, con sus puertas abiertas recibe a todo aquel que quiera entrar a visitarla y admirar lo que para alguien fueron sus mas preciados tesoros. 















































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