La soldadora.


Mi padre siempre quiso tener un hijo varón, tal vez por eso siempre mostró interés por enseñarme su oficio. Mi curiosidad y el paso de los años hicieron el resto. Al fin y al cabo aprendí de los mejores.

Fui de las primeras trabajadoras de este sector, recuerdo cuando inauguraron el lavabo de mujeres que hacía a su vez de vestuario.  

En un mundo rodeados de hombres, ese era nuestro espacio de intimidad. Un lugar donde relajarse.



























Calle Kohler 71.


21 de Octubre de 1960, hoy he dado 400 pesetas de paga y señal para los muebles nuevos.

He tirado la casa por la ventana y he encargado de todo, butacas, armarios y camas nuevas para el dormitorio. 

La verdad que casi todo el mundo vende a plazos, desde la tienda de muebles hasta yo misma cuando hago encargos con mi tricotosa. 

Aquí nos conocemos todos, a nadie se le ocurriría dejar de pagar cualquier cosa a plazos, a la que corriese la voz de que no pagas no te fiarían ni una botella de leche en el colmado.




























Casa de noivos.

Hay pocos placeres tan adictivos como el de ir en moto.

Esa sensación del aire dándote en la cara mientras vas devorando curvas no tiene precio.

A mi mujer no le hizo mucha gracia que me comprara esta Suzuki 250 hace dos años, dice que Oporto no está hecho para ir en moto, que si ya con el coche molestan los baches de estas carreteras de Dios no quiere ni imaginarse lo que debe ser controlar el manillar.

He estado comiéndome la cabeza al respecto hasta que me he convencido a mi mismo de que debo colgar ya el casco.

Ayer, mientras veía a mi hijo jugando con su triciclo me di cuenta de lo frágil que es, de lo frágiles que somos. Igual de delicado me debe ver ella a mi sobre la moto y no quiero que sienta esa sensación cada vez que me marche a trabajar...