Cien duros de polvo blanco.

Aun hoy día algunos se preguntan como aprendí a hacer las mejores falsificaciones de los billetes de 500 pesetas
Pues fue por pura casualidad. 
Un día teniendo que planchar una camisa de seda y siendo yo muy poco ducho para estas tareas domésticas, se me ocurrió la gran idea de hacerlo sobre el periódico de esa mañana para no dañar el escritorio del despacho que bastante maltrecho estaba ya. El olor a chamuscado que desprendió con la primera pasada me alertó de que algo no iba bien. Efectivamente el texto del periódico había quedado impreso en la misma.

En ese preciso momento me vino la idea a la cabeza. ¿ Funcionaría con los nuevos billetes de 500 pesetas?

Lo que empezó como un disgusto terminó solucionándome la vida.

Mi aprendizaje era a base de ensayo y error. Descubrí que era el almidón el que retenía la tinta en la tela, quedando así el negativo del billete listo para plancharlo sobre el papel y rápidamente pasarle el papel secante y meterlo en la prensa.

Luego sólo era necesario un pequeño retoque con plumilla y pincel para dejarlos impecables. La tinta azul/negra de Waterman´s Hassinger era la más adecuada. Cuando acabábamos con las manos manchadas nos gustaba irnos al río a darnos un baño, era la única manera de quitarse el color negro de la piel.

El Banco de España tardó mucho en detectar la circulación de mis billetes, todos tenían numeraciones diferentes ya que sólo se podía hacer este proceso una vez y con un billete poco usado. 

Cuando dieron conmigo no pudieron probar nada, registraron nuestra empresa y nuestra casa a fondo y nos interrogaron durante dos días. Buscaban planchas, moldes, tintas y maquinaria que nunca existieron.
Qué ilusos...  A veces las cosas son mas sencillas de lo que parecen.

(Inspirado en la historia de Mary Peck Butterwoth. Massachusetts, 1686)






















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