Escuela del silencio.

Hoy en la escuela ya no imparten clases esas religiosas octogenarias.

 No corretean las niñas por sus pasillos, ni se oyen los llantos de los bebés.

El silencio es el único residente que ha quedado aquí.

Las aulas son sólo un recuerdo abandonado, que antes de oler a polvo y decadencia olieron a plastilina, a lápices y a goma de borrar.

Si alguna vez tenías el valor de portarte mal, te encerraban en un lavabo minúsculo ubicado en el exterior y en invierno literalmente te congelabas, me recuerdo totalmente aterrorizada, sentada en una taza minúscula, deseando con todas mis fuerzas el salir de allí.

Asi de dura era la vida para las niñas de La escuela del silencio.





































































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