Habiendo seguido a casi todos los Obispados de Catalunya ejerciendo el ministerio de la predicación.
Y por consiguiente celebradas misas en muchas iglesias, nunca he visto a un monaguillo que sirviera de forma correcta la Santa Misa.
Lejos de mí el atribuir este defecto al poco celo de los sacerdotes o al descuido de sus maestros.
Siempre he pensado que eso se debía atribuir a no haberse explicado bien las reglas convenientes de un modo fácil y sencillo.