La música siempre me ha acompañado a mi destino.
Pienso que ella me acercó más a Dios.
Me encantaba sentarme frente a ese viejo piano cuando ya no habían fieles en la Iglesia.
Pese a no estar recién afinado y tener sus teclas bastante dañadas sonaba realmente bien.
El tiempo me pasó muy rápido los años que estuve allí, la asistencia de los fieles fue decayendo poco a poco hasta llegar al punto de cerrarla a cal y canto para siempre.
Aún hoy entro de vez en cuando, para rezar y por supuesto, tocar de nuevo esas teclas.
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