Recuerdo cuando mi padre nos llevaba a su trabajo los sábados.
Pese a sus maratonianas jornadas laborales de lunes a viernes también iba algunos festivos a hacer aún más horas.
Me imagino lo agotado que estaría con ese ritmo de vida.
Sacar a cuatro hijos adelante no era tarea fácil.
Pese a todo siempre encontraba un hueco para dar rienda suelta a su imaginación fabricándonos las bicicletas y triciclos más alucinantes del mundo.
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