En la posguerra civil muchas familias quedaron desamparadas, la necesidad y el ingenio hicieron que tres familias sobrevivieran juntas gracias al estraperlo.
El dueño de la masía enviudó en la guerra. Aquel revés de la vida desembocó en una neurosis obsesiva, lo que conllevaba angustia y una conducta controladora cuyos principales síntomas era una necesidad sistemática de comprobarlo todo a fondo y una tendencia a ser extremadamente minucioso. El consumo excesivo de Anti-neurasténicos y las inyecciones de Vito-Serum con estricnina no ayudaban a mantenerlo tranquilo nunca.
Gracias a eso la Guardia Civil jamás sospechó de ellos, estructuró con todo detalle las funciones de cada uno, el reparto, la tapadera e incluso de quien fiarse y de quien no a la hora de vender el contrabando.
La matriarca de la segunda familia era una gran costurera y consumidora voraz de revistas de la época, las cuales alquilaba a los vecinos de los pueblos colindantes, mucho dinero no daba, pero como tapadera era magistral.
Del reparto se encargaba el patriarca de la tercera familia, era un hombre muy rudo, cualquiera que repartiera contrabando de productos básicos sobre una bicicleta de la época por esos inhumanos caminos rurales tenía que serlo. Era quien se jugaba el tipo.
El que queden en el lugar Cartillas de Racionamiento sin utilizar no deja lugar a dudas de que la cooperación les funcionó de maravilla.
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