Echo de menos el encanto de la correspondencia.
Mi mujer y yo cogimos la costumbre cuando hice el servicio militar.
Después vinieron nuestros hijos y también se acostumbraron a enviarnos las novedades por correo.
En días como hoy, que el frío no invita a salir de casa, cojo mi caja de correspondencia, me pongo las gafas y repaso todos esos momentos congelados en el tiempo.
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