Selección de pieles del almacén, cortado de las mismas con precisión quirúrgica , clavado de las piezas para darle la forma deseada, retoques con el patrón, cosido a máquina y forrado.
Así es como se hacían los mejores abrigos del país, carísimos pero para toda la vida ya que siempre se pueden volver a retocar.
En este oficio tradicional se ponía la misma pasión para confeccionar un abrigo de visón que para una "chupa" de cuero, era una cuestión de orgullo profesional.
Tras el fallecimiento repentino del señor Juan a principios de 1980 el negocio quedó totalmente desatendido.
Cerrado a cal y canto desde entonces quedó este espacio congelado en el tiempo. Sólo la visita esporádica de algún que otro ladrón rompía el silencio del abandono.
La humedad y el paso de los años sin mantenimiento ha hecho caer techos y paredes y nos ha permitido visitar este lugar que por suerte aun conserva restos de su historia.
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