En el Casco Viejo se encontraba la casa de Rosita.
Se pasó muchísimos años haciendo peinados a sus vecinas, amigas y familiares tras graduarse en la Escuela de Peluquería.
Si querías enterarte de todos los chismorreos del barrio ese era el lugar adecuado.
Irrepetibles tertulias tuvieron allí lugar, entre rulos, tintes, revistas y ganchillo a todo trapo.
En esa época sin internet, si querías estar al día del cotarro y saber vida y milagros de todo el mundo alguna mujer de tu familia tenía que pasar por uno de estos puntos de información.
Cómo siempre genial!
ResponderEliminarMe fascina lo que ves,donde lo ves, como lo ves y como lo veo yo.
Me conmueve el silencio del abandono.
Muchas gracias Jesús.
ResponderEliminarSon lugares que permiten imaginarse estas historias. ;)