Septiembre de 1996. Hoy hace seis años que dejé de consumir heroína.
Yo no era el típico yonki incauto de finales de los 70 que se metió en esto por desconocimiento. Ya había sufrido la muerte de mi mejor amigo, lo encontró su padre en el lavabo de su casa, tieso como la mojama y con la "chuta" en el brazo, pero pese a haber vivido algo tan fuerte no dudé en probarla, sólo era una raya y eso me pareció menos adictivo que inyectarme la sustancia directamente en vena.
No ha sido fácil mantenerme alejado de la tentación de recaer, de echo ahora mismo mientras escribo este texto les comento a mis compañeros del Centro de Desintoxicación que si no les apetece un "pico" para animar la tarde. Entre risas me recuerdan lo cabrón que soy y que mejor lo dejemos para mañana. Los ex-consumidores tenemos un humor un poco macabro entre nosotros y siempre estamos con este tipo de bromas, mitad en broma, mitad en serio.
Cuando ya has pasado por todas las fases del adicto te tomas ciertas libertades, como reírte de ti mismo, la de veces que nos metemos con los tatuajes talegueros que llevamos o con los pocos dientes que nos quedan.
Todos nosotros hemos pasado por la privación de libertad, la persecución policial, la abstinencia, la indigencia y la pérdida de tanta y tanta gente querida. A estas alturas de la batalla y como cantaban los Monty Python, nos podemos permitir mirar el lado brillante de la vida.
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