Hay pocos placeres tan adictivos como el de ir en moto, esa sensación del aire dándote en la cara mientras vas devorando curvas no tiene precio.
A mi mujer no le hizo mucha gracia que me comprara esta Suzuki 250 hace cuatro años, dice que Oporto no está hecho para ir sobre una motocicleta, que si ya en el coche molestan los baches de estas carreteras de Dios no quiere ni imaginarse lo que debe ser controlar el manillar.
He estado comiéndome la cabeza de mala manera hasta que me he convencido a mi mismo de que debo colgar el casco.
Ayer, mientras veía a mi hijo jugando con su triciclo me di cuenta de lo frágil que es, de lo frágiles que somos. Igual de delicado me debe ver ella a mi sobre la moto, no quiero que sienta esa sensación cada vez que me marche a trabajar.
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